jueves, 26 de mayo de 2011

LA MUERTE

La muerte
es, en esencia, un proceso terminal que consiste en la extinción del proceso homeostático de un ser vivo y, por ende, concluye con el fin de la vida.
Hasta no hace un siglo, la muerte se definía como el cese de la actividad cardíaca (ausencia de pulso), ausencia de reflejos y de la respiración visible, con estas estimaciones muchas personas fueron inhumados estando en estado de vida latente o afectada por períodos de catalepsia.
Posteriormente, gracias a los avances tecnológicos y al mejor conocimiento de la actividad del cerebro, la muerte paso a definirse con un electroencefalograma en el que se acusa la ausencia de actividad bioeléctrica en parte del cerebro. Aún esto demostró ser insuficiente más tarde ya que eventos posteriores demostraron que este proceso en algunos casos muy excepcionales podía ser reversible, como era en el caso de los ahogados y dados por fallecidos en aguas al borde del punto de congelación.
La muerte instantánea sobreviene de manera abrupta con la invalidación instantánea de uno o más órganos esenciales para el sustento de la vida, un fulminante derrame cerebral, un síncope cardíaco agudo, o por medio de un suceso violento abrupto (onda expansiva de una explosión) o accidente con mucha energía desarrollada.
Históricamente los intentos por definir el momento preciso de la muerte han sido problemáticos. Antiguamente se definía la muerte (evento) como el momento en que cesan los latidos del corazón y la respiración, pero el desarrollo de la ciencia ha permitido establecer que realmente la muerte es un proceso, el cual en un determinado momento, se torna irreversible. Hoy en día, cuando es precisa una definición del momento de la muerte, se considera que este corresponde al momento en que se produce la irreversibilidad de este proceso. Existen en medicina protocolos clínicos que permiten establecer con certeza el momento de la muerte, es decir, que se ha cumplido una condición suficiente y necesaria para la irreversibilidad del proceso de muerte.
Gracias al avance tecnológico de la medicina, hoy es posible mantener una actividad cardíaca y ventiladora artificial en cuidados intensivos, en una persona cuyo corazón ha dejado de latir y no es capaz de respirar por sí mismo, por lo cual esto demuestra que no es estar muerto. El protocolo utilizado para el diagnóstico de la muerte en este caso es diferente y debe ser aplicado por especialistas en ciencias neurológicas, hablándose entonces de "muerte cerebral" o "muerte encefálica"

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