El
verdadero pastor se diferencia claramente de un asalariado. Éste último trabaja
por dinero y no le importa la suerte de las ovejas. Esto se ve cuando llegan los
lobos hambrientos a atacar el rebaño. Mientras que, en este caso, el dueño de
las ovejas arriesga su vida por defenderlas a ellas, el mercenario huye,
pensando sólo en salvarse a sí mismo. El buen pastor conoce a sus ovejas y es
capaz de distinguir las suyas de las demás, conoce las necesidades concretas de
cada una, sufre con ellas las inclemencias del tiempo y el cansancio de los
desplazamientos, vela por su rebaño, lo proteje de los enemigos que lo amenazan,
cura a las ovejas enfermas, alimenta con solicitud a las preñadas, dedica una
atención especial a las más débiles.
Jesús es el verdadero Pastor bueno y generoso que conoce nuestros
nombres, nuestras características personales, nuestra historia y que nos ama con
un cariño único e irrepetible. Él viene a buscarnos para sacarnos del redil
donde estábamos encerrados (la esclavitud del pecado y de la ley) y conducirnos
a la libertad de los hijos de Dios. Nos habla, educándonos con sus enseñanzas.
Quienes le escuchan saben que sólo Él tiene palabras de vida eterna (Juan 6,
68). Nos alimenta con su propio Cuerpo y su propia Sangre (Juan 6, 55). Nos
regala el agua del Espíritu Santo, la única que puede saciar nuestra sed (Juan
4, 14). Nos conduce a la Verdad y la Vida (Juan 14, 6). Nos ha amado hasta el
extremo (Juan 13, 1), manifestándonos lo ilimitado de su amor al dar la vida por
nosotros (Juan 15, 13). La verdadera felicidad consiste en acogerle y seguirle,
porque nadie va al Padre, sino por él.
EL SACERDOTE ES LA FIGURA DE CRISTO, ES LA PRESENCIA DE CRISTO EN LA TIERRA
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